miércoles, 28 de octubre de 2009

Poema sin nombre para un sin nombre que se parece a mi

Hay poemas que tocan marañas, esquinas rotas del pensamiento, laterales cósmicos de la mente, poemas que tocan incertidumbres y dudas, hay poemas que desaparecen una vez leído el último verso o comenzado el primero; poemas que reaparecen con el tiempo y se quedan para siempre. Hay otros poemas que son únicos, que son auténticos, poemas hechos a la medida de una sola persona de un sólo movimientos, de un sólo vagabundo que tal vez no merezca nada, o que lo ha hecho todo para merecerlo todo o por lo menos ha hecho algo pare merecer algo, pero que deambula buscando tristezas, contemplando vidas, holgazaneando su suerte y aguardando por un poema, por su primer poema que cae intempestivo como una fotografía, como un reflejo del otro lado, desde ella, desde quien lo elaboró pensando en un momento, en un lugar, en una imagen, quizás borrosa, quizás tan clara que se difumina, desde ella quien ha creado 19 versos en los que me encuentro sin respuestas, simplemente en silencio, simplemente esperando por otro en el que estemos los dos.

Te recuerdo
con un libro en la mano
queriendo ser poeta
ser borracho
ser veleta
sin clavar los pies
en ningún suelo.
Te recuerdo también
con una canción
bajo el brazo
o una flor robada
entre los dedos
con los labios de café
sin chocolate amargo
y en los ojos de indio
tres dudas por cada certeza
y ojalá
las ganas de enredarte conmigo
en una noche de París.

L.

lunes, 19 de octubre de 2009

En la biblioteca II

"Mirar en la biblioteca es mirar el miedo

de quien no sabe leer"

A.P

De nuevo en la biblioteca. El número de visitantes es exponencial y catastrófico, los estudiantes regresan, algunos estudian, otros como yo inventamos la manera de escapar durante un par de minutos ( tal vez lo que dure escribiendo esto) esperando que aparezcas y que digas algo así como “ hola feo” “hola flaco” pero la inefable realidad es que no apareces. Es ese vacío que se crea ahora; yo sentado en esta biblioteca pensando en la manera de tenerte tomando té en mi habitación en la noche y de poder jugar contigo en la mañana; y tú en un lugar desconocido, tal vez haciendo la siesta después de tantas horas, tal vez charlando del mal periodismo en España, tal vez caminando o jugando con tus horquillas mientras lees algo, o tal vez, por qué no, pensando en que el pobre flaco quiere hablar contigo y tú también, pero no tienes la manera o la tecnología para hacerlo: Se te acabó el saldo del móvil, no hay Internet, el locutorio de la esquina cerró porque el dueño era ecuatoriano y con la crisis regresó a su país, te fuiste de copas y estás borracha bailando en algún bar de malasaña, tal vez en “cafeína” o simplemente tratas de comunicarte a través de la energía de tu psique, mediante hondas mentales que lleguen a mi, a esta biblioteca , tal vez ¿por qué no? Telepatía. El problema es cuando ese vacío se reproduce en tu estómago y te dan ganas de llorar o de querer que el día pase como el segundo en que no estás; quieres una respuesta, la que sea, quieres saber qué pasa. Regreso a mis asuntos. Esta vez la bibliotecaria es china y ya no me mira, quizás porque no se ha dado cuenta que yo la miro. Efecto perverso. La revolución china. Hay un chico no muy lejos de donde estoy que no ha dejado de mirarme de aspecto árabe, tal vez español, barba que parte desde sus ojos, cejas grandes y nariz ancha ¿será que le gusto? ¿Me reconoció de algún lugar? ¿habremos hablado antes? Yo no lo conozco, pero no deja de fijar, en mi, sus ojos ¿o no? quizás mire a la chica que tengo detrás, puede ser, es guapa, aunque su pelo parece sucio. ¿dónde estás? Esta biblioteca se hace infame cuando no se de ti.

domingo, 4 de octubre de 2009

Mal poema para quien se queda en Madrid

L.

Cada segundo de distracción trae una imagen tuya,

allá en Madrid,

sobre una cama o frente a un balcón

que da a la nada o a una estación de gasolina.

¿cuántas veces te dije que leer juntos

en un día de cansancio,

tras haber caminado por viejas calles en Lavapies,

haber bebido lujuria en algún bar en Malasaña

o tras inventar el día en esa habitación blanca

podía ser peligroso?

ninguna,

cerré el libro para hacer el amor

y no quise partir sin darte una última caricia;

antes de dormir me di cuenta

que estaba en París,

sin ti.