viernes, 11 de abril de 2008

El regreso a la indiferencia


Han pasado tres meses largos desde la úlitma aparición de algún escrito o esbozo burlezco de escritura en este blog. Tres meses!! y ningún comentario, ningún cuestionamiento o preocupación por parte de mis asiduos lectores. Hecho extraño y contradictorio, dadas las multitudinarias visitas que tenía y los innumerables comentarios que llegaban de todas partes del mundo ( de Brasil, Francia, Colombia, Italia, Japón...) sobre todo a raíz de mi úlitmo escrito que generó polémica por hacer un mal ensayo de plagio de un poeta que no era poeta, pues era él mismo. Eso demuestra una vez más que se ha alcanzado lo que se tenía por objetivo en el blog: la indiferencia. Esa, la indiferencia, la que nos tiene en el umbral de la podredumbre, de la ignorancia; porque los colombianos somos indiferentes, los latinoamericanos somos indiferentes, a todo, a la familia, a la ciudad, a la violencia, a la guerra (porque dos marchas en un país con 200 años de guerra no cambian absolutamente nada), al hambre, a la miseria, indiferentes a la indiferencia; y mi blog no fue la excepción, ni más faltaba. Pero acá estoy de nuevo, tratando nuevamente de romper con la monotonía de mis días en París (monotonía, que cabe decir, no me molesta lo más mínimo), de la Universidad sobre el BLd Raspail, hasta Dnfert-Rochereau, de allí hasta Parc Mossouri, pasando por la rue Emile Deutch hasta el bld Jourdan y de ahí a mi casa en la cité Universitaire, todos los días, media hora de camino después de algunos seminarios en donde muchas veces el francés, en tonalidades muy bajas, se confunde con el ruido y el ruido con los pensamientos más inhóspitos, hasta que un cambio de voz o un movimiento de quien está sentado al lado mío, me revela la triste realidad de mi condición subalterna y mi derecho a no roncar. Del bld raspail a la rue Vavin o Asás, hasta Luxemburgo, pasando por el Quartier Latin, luego Saint Michel, cruzando el Sena hasta la Rue Renard para llegar hasta el interminable barrio judío...caminatas monótonas que no dejaré de hacer, como no dejaré de hacer este blog, a pesar de la indeferencia, de la violencia o el hambre, segurié anti-escribiendo, como un ejercicio de mofa, de incoherencia conmigo mismo y de irrespeto con ustedes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Revisando cierto artículo comencé a recordar que ya te había leído en alguna parte y recordé este blog, cuya última entrada no deja indiferente. Y al comparar la buena escritura del "internauta" con la no excesivamente plausible del "académico", no dejo de preguntarme si, así como hay buena distancia entre ese canto a la monotonía y la variedad que se presenta a quien te trata cotidianamente, no habrá también una suerte de bifurcación entre el Camilo literato y el Useche sociólogo (que no historiador).

Guillermo Vargas Quisoboni dijo...

La indiferencia es escuchar el despertador sonando hasta que pasado el primer minuto la alarma se apaga automáticamente. Vencido este primer ataque del despertador, lo más seguro será poder vencer también los siguientes, enrollándose uno bien en las cobijas, resumergiéndose luego en el sueño. No sería indiferencia si se preservara un sueño tranquilo, sereno, tibio. El síntoma de la indiferencia se expresa en especial cuando el despertador puede sacarlo a uno de pesadillas, pero suena y nada pasa. ¿Será mera indiferencia? Se me antoja decir que algo de incredulidad tendrá!