lunes, 20 de octubre de 2008

Bogotanadas


Cómo desaparecer completamente, Desintegrarse, evaporarse en Bogotá? es fácil, en Bogotá nadie te conoce, en Bogotá no eres nadie si no usas corbata o no vas a comer a algún restaurante en la zona T, G, Z o X, esta última es la que más me gusta, la zona X en donde si soy alguien, el más peligroso de todos. En Bogotá todos tienen corbata. Alguien en Madrid me preguntaba si vivir en Bogotá era peligroso. Claro que si, le respondí, en cualquier momento te pueden vender un pedazo de carne de perro por una de res o puedes caer por una alcantarilla y esperar durante horas o hasta días a que te rescaten o ver como asaltan a un joven en pleno centro sin que nadie haga o diga nada. Bogotá es peligrosa, es dañina, se pudre en sus esquinas y sino tienes ojos en la espalda o al menos en las nalgas, pueden sorprenderte en cualquier instante, pero lo más triste de todos es que te puede llegar a gustar. De mirar esa ciudad se me cansan los ojos, las lagañas me invaden y la cara se me derrite, Bogotá se parece a un cuchillo, te puede matar por la espalda, de frente, por lo lados y la cabeza, pero siempre necesitas de uno cuando quieres desprenderte de algo, allá puedes dejar todas las miserias y la podredumbre y algunas novias feas, es una ciudad amarga y ácida, transeúnte y vaga. Esta ciudad no se mira, me canso cuando subo desde la carrera 8 hasta la carrera 3 por toda la Avenida Jiménez, me encantan sus edificios, sus cafeterías baratas y sus restaurantes de lujo, siempre te piden plata, en cada esquina puedes encontrar un poeta, un hippie o un proxeneta o dejar que te roben y luego estrellarte con la más hermosa y odiosa de las bogotanas, cruzar la carrera 7 y ver los vestigios de un tranvía que no lleva a ningún sitio, como todo en Bogotá, todo lleva a nada a un punto invisible en donde se pueda respirar, entrar al "café Pasaje" tomarte una cerveza, allí en donde escribí tan malos poemas e intenté desahogarme por tus múltiples ausencias o te pensaba en Madrid pensándome y escribiéndome, pasar justo en frente de la Lerner, cruzar la carrera 4 mirar hacia la izquierda y ver como nace esa candelaria caótica la única que te lleva a la historia de una ciudad inmemorial, sucia y tramposa, porque te enamora y te traga, llegar hasta el parque de los periodistas, dibujar desde allí ese amplio vacío que da la avenida 19 y estrellarse contra la real academia de la lengua, contra ella siempre te estrellas, plaza que no es plaza y en donde no hay periodistas, vagabundos o estudiantes, de donde alguna vez surgiste y ladronzuelos baratos que se esconden detrás de ti y nunca los ves.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin conocer tan atractiva ciudad, me ha parecido muy interesante tan filosa descripción. Si bien me extraña un poco que sea posible estrellarse contra la REAL Academia de la Lengua en Bogotá y no sólo Madrid. ¿El dictado fue en sentido figurado o fue un lapsus monárquico?

Anónimo dijo...

Tambien disfruto y sufro a Bogotá, me encanta, me seduce, y me vuelve demente. Vagabundeo por sus calles, abuso de su siniestro anonimato, y sobre todo sé que me apuñala pero la necesito y la recorro para abandonar en ellas nostalgias, amargos amores y el cientificismo barato de la academia.