domingo, 8 de febrero de 2009

Mala respuesta a la pregunta ¿qué es la poesía?

«La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal»
Octavio Paz (El arco y la lira)

Dejemos la mala poesía. Cómo escribir sobre algo que no se sabe? La escritura poética como la naturaleza debe saber dar explicación de si misma, si la naturaleza da respuesta, es decir responde a la pregunta ¿qué es la naturaleza? Entonces, cumple su función: la primavera, el nacimiento, la muerte, la lluvia, la caída de una hoja etc. El suicidio es indudablemente poético. La poesía por tanto debe responder a la pregunta ¿qué es la poesía? Es decir todo lo que es la naturaleza, más lo que no es la naturaleza: la estupidez (aunque en algunos parezca natural) es poética. La ignorancia, poesía pura. La torpeza, la rabia, el miedo, el sarcasmo, el dolor, el infinito de lo que vemos y oímos, la plenitud de cantares y orgasmos, todo y por todo esto es que hay tanta poesía que habla del amor, porque el amor es natural y es poético y patético. Lo patético es indiscutiblemente poético. Ahora, si la poesía abarca todo aquello que proviene de la naturaleza y lo que no, entonces todo lo que vemos, oímos y comemos es poesía, pues si. La poesía está contenida en cada rincón, en cada esquina con polvo, en cada mirada y en la transparencia de una blusa. Ahí está la poesía, en esos dos pezones, en la calva de ese señor gordo, en la barriga de ese señor calvo, en el instinto más agrio que invade tu cuerpo, esa es la poesía, el cúmulo de emociones estridentes que se escriben en un papel manchado y que no valen nada, sólo la insolencia del lector o el plagio del adolescente. La poesía termina siendo universal, sagaz, recóndita, sin ella la vida sería una mierda, y la mierda sería pura poesía, a lo que corresponde arriesgarse a escribir, arrojarnos a la cotidiana tarea de expulsar unos versos sin sentido que te hagan ir al baño, para luego aseverar, con una sonrisa pálida, y con todo el cinismo agrio, lo malos poetas que somos, pero sentirnos tranquilos por intentarlo.

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